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Manuscrito 3


 

 

Fragmento Rylands de Juan (el más antiguo fragmento del N.T., siglo II)

C. H. Roberts descubrió un fragmento de papiro de 6 X 9 centímetros en una colección de la Biblioteca John Rylands, de Manchester, Inglaterra. Éste contiene treinta palabras en griego procedentes del capítulo 18 de Juan (18:31 33, 37 38). Es la más antigua porción de manuscrito del Nuevo Testamento que se conoce y data de la primera mitad del siglo segundo. Procede de un códice, no de un rollo. Lo sabemos porque está escrito en ambas caras del papiro, fenómeno raro en los rollos. Los eruditos conocen el fragmento por el símbolo p52.

 

Papiros Bodmer (alrededor de 200 d.C.)

En 1956, 1958 y 1962 se publicó el papiro Bodmer II. Éste incluye los primeros trece capítulos de Juan en griego, en con­ dición casi perfecta, y fragmentos de los restantes capítulos. Tie­ne fecha de alrededor de 200 D.C. y se encuentra en la Biblio­ teca Bodmer, cerca de Ginebra. En 1961 se publicó otro docu­mento Bodmer: Lucas 3:18 hasta Juan 15:8. Puede ser que su origen se remonte al último cuarto del siglo segundo.

Otros fragmentos Bodmer incluyen Judas y 2 Pedro en griego (alrededor de 200 D.C.), y porciones de la Biblia, tanto del An­ tiguo como del Nuevo Testamentos, en griego y copto.

 

Papiros Chester Beatty (siglo III)

Adquiridos en 1930 por Chester Beatty, fue sir Federico Kenyon quien los anunció al mundo en el London Times del 17 de noviembre de 1931. Incluyen porciones del Antiguo y del Nuevo Testamento, y su fecha aproximada es del tercer siglo D.C. (algunos les han asignado fechas en forma más general, fechas que van del segundo al cuarto siglo).

Son once códices de papiro, siete del Antiguo Testamento, tres del Nuevo y una parte de I Enoc. Las más antiguas copias de las epístolas paulinas, con algunas lagunas (especialmente las pastorales: I y II Timoteo y Tito) se hallan en el grupo; también porciones de los cuatro evangelios y Hechos que datan de poco después de 200 D.C. Una parte del Apocalipsis completa los papiros que se encuen­tran actualmente en la biblioteca Chester Beatty, Dublín, a ex­cepción de treinta hojas de las epístolas paulinas que están en la biblioteca de la Universidad de Michigan, Ann Arbor.

 

Códice Sinaítico (siglo IV)

En 1844 Constantino von Tischendorf descubrió cuarenta y tres hojas de pergamino del hoy famoso Códice Sinaítico, en el monasterio de Santa Catalina, en el monte Sinaí. De aquí el nom­bre del manuscrito.

Al parecer, los monjes ignoraban por com­pleto su valor, porque las cuarenta y tres hojas habían sido puestas en un cesto de papeles viejos en donde Tischendorf las descubrió y las rescató.

Al regresar en 1859 logró, aunque con mucha dificultad, persuadir a los monjes para que le dieran lo que había quedado del documento (al parecer, ya estaban enterados de su valor). En conjunto, esta copia del siglo IV incluía todo el Nuevo Testamento y la mayoría del Antiguo.

El Códice Sinaítico, exceptuadas las primeras cuarenta y tres hojas, que se encuentran en Leipzig, está actualmente en el Mu­seo Británico de Londres.  

Códice Vaticano (siglo IV)

Otro conocido documento es el Códice Vaticano, copia del siglo iv. Descubierto en la Biblioteca Vaticana y llevado a París durante un tiempo por Napoleón, actualmente está en la Bi­blioteca Vaticana en Roma, y contiene el Antiguo Testamento griego (es el más antiguo y mejor de los manuscritos de la Septuaginta), y el Nuevo Testamento hasta Hebreos 9:14 (todos los materiales después de esta porción se han perdido).

Este y el Sinaítico son códices hermanos, probablemente de origen egipcio. Constituyen el mejor texto griego de que se dispone.

 

Códice Beza (siglo IV o V)

El Códice Béze es una copia del IV o V siglo y contiene textos incompletos de los cuatro evangelios y los Hechos, además (s. IV o V) de unos pocos versículos de I Juan. Las páginas de la izquierda tienen un texto griego y las de la derecha el texto en latín. Lleva el nombre del reformador Béze, quien lo obsequió a la Univer­sidad de Cambridge en 1581. Lo había adquirido del monasterio de San Ireneo en Lyon, en 1562. Contiene 406 hojas, pero sin duda originalmente contenía por lo menos cien más.

Códice Washingtoniano I (siglo IV o V)

El Códice Washingtoniano I es un importante manuscrito que data del cuarto o quinto siglo. Charles L. Freer lo compró a un vendedor de El Cairo, Egipto, en 1906. El documento, que contiene los evangelios en griego en el orden de Mateo, Juan, Lucas, Marcos (igual que el Códice Béze), está en el Mu­seo de Arte Freer, el cual está relacionado con el Instituto Smithsoniano de Washington, D.C

 

Códice Alejandrino (siglo V)

El Códice Alejandrino es un manuscrito, del siglo v del An­tiguo y Nuevo Testamento en griego, además de dos libros extrabíblicos: las Epístolas de Clemente. Se cree que haya sido obra de Thelka el Mártir. El libro fue obsequiado al rey Car­los I en 1627 por Cirilo Lucar, patriarca griego de Alejandría; de allí su nombre. Se halla en el Museo Británico, Londres, y fue uno de los primeros obsequios con que se fundó el museo.

 

Códice de san Efrén

Un códice incompleto del Antiguo y Nuevo Testamento en Códice de griego, procedente del siglo v, el de san Efrén, se conoce como palimpsesto. El término "palimpsesto", se deriva de dos pala­bras griegas: palin, que significa "de nuevo", y psestos, que significa "borrado" o "raspado"; de modo que un manuscrito pa­limpsesto es uno cuya escritura anterior se ha raspado para que el pergamino pudiera usarse "de nuevo".

En 1950, en el monas­terio de Santa Catalina del monte Sinaí, se descubrió un extra­ ordinario palimpsesto, que había sido usado cinco veces y por tanto se le conoce como "palimpsesto quíntuple". En el caso del palimpsesto de san Efrén, el texto bíblico había sido borrado, pero con relativo éxito se emplearon sustancias químicas para restaurar la primera escritura. (Actualmente la fotografía con rayos ultravioleta hace innecesario el empleo de sustancias quími­cas en los palimpsestos.) Un tratado de san Efrén estaba escrito encima de la escritura bíblica. De ahí el nombre del códice. Incluye 64 páginas del Antiguo Testamento y 145 del Nuevo, procedentes de un original de 238.


 
UNA MULTITUD DE TESTIGOS
 

Es realmente admirable que existan tantos manuscritos de la Biblia.

Ninguna otra literatura antigua puede jactarse de tan­tos testimonios. En efecto, las obras de las literaturas griega y romana existen en muy pocos manuscritos, y éstos, en su mayo­ría son posteriores al siglo IX D.C.; únicamente los manuscritos del poeta latino Virgilio (copias, desde luego) son de fecha más antigua y. corresponden a 300 ó 400 años después de la muerte del autor.

Pero los eruditos bíblicos cuentan con una superabun­dancia de materiales con los cuales trabajar, y los materiales son mucho más cercanos al tiempo de su escritura. Este hecho es otra prueba de la amplia influencia de la Palabra de Dios y su providencial preservación.

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